TODO EL ORO DEL MUNDO. De RENE CLAIR
Canto del cisne de un gran realizador francés que poco después se retiraría del cine. Aquí nos sorprende con una comedia rural cargada de acidez. La crítica nada encubierta a los tiburones del desarrollismo económico que poco después aterrizaría en nuestras costas y ciudades antes del frenazo que supuso la crisis del petróleo.
La cinta se inicia con un París que ya no es el de los tejados y los cantantes, donde las chimeneas de las casas se ven suplantadas por los tubos de escape de los coches y los atascos. Clair mira con desdén su ciudad que ha cambiado y sitúa como contrapunto el rural sur francés.
Los especuladores inmobiliarios pretenden tirarlo todo y construirlo nuevamente. La llegada del "futuro" es aplaudida y se representa casi como en una reproducción del "Bienvenido, Mister Marshall" de Berlanga. No faltan las inauguraciones, las pancartas, la Lolita Sevilla de turno, los discursos del alcalde,etcétera.
La película advierte del peligro que las grandes multinacionales representan para la gente sencilla y muestra como actúan los tiburones de las grandes finanzas del ladrillo, con lo que su actualidad y interés, en estos tiempos de "pelotazos legales", de desorden ordenado, arbitrariedad sistemática y humanidad caníbal, se reaviva .
Al final el resultado no deja de ser divertido y adquiere un ritmo trepidante y consigue hacernos reír. No es el mejor Clair, ni su obra más original, pero nos hace pasar un muy buen rato.