LA GRAN COMILONA

De MARCO FERRERI
El cine de Ferreri provocaba el escándalo allá por donde se exhibiera. Valiente, desenfadado y profundo, el director italiano desató las iras de los omnipresentes guardianes de la moral con este estudio sui generis sobre la burguesía, el aburrimiento y el suicidio. Sin duda, a Ferreri le resultó crucial en esta película la mano de Rafael Azcona en un guión basado en el exceso. “La grande bouffe” es la historia de cuatro amigos que, hartos de la existencia aburrida que llevan, deciden inmolarse en un suicidio colectivo pero sin ningún tipo de culpa ni sufrimiento. Los cuatro pactan morir hasta que los cuerpos aguanten, a base de comida y sexo, sin reparar en el antes citado exceso. Se encierran en un chalet parisino y allí dan rienda suelta a sus deseos, con la colaboración de tres prostitutas y una maestra de escuela, excesiva en todos los sentidos, que oficiará involuntariamente como sacerdotisa de ese ritual de muerte, amor y colesterol. A ningún espectador le importará saber que los cuatro morirán, pero lo que conviene no revelar es exactamente cómo dejan este mundo los personajes que interpretan aquí Marcello Mastroianni, Philippe Noiret, Ugo Tognazzi y Michel Piccoli, mecidos y ayudados por una sensacional Andréa Ferréol. Hay quien quiso interpretar en su día en “La grande bouffe” una apología del suicidio (en España, sin ir más lejos, hubo que esperar a que la Transición estuviera en marcha para poder ver la película en los cines comerciales), pero también quien prefirió quedarse con otros aspectos de esta obra maestra de Ferreri, entre ellos el implícito canto a la amistad que contiene y un elogio del placer de unas dimensiones que en contadas ocasiones se había experimentado en el cine hasta el estreno de “La grande bouffe”. De obligada visión.