Se narran los enfrentamientos entre el rey normando Enrique II de Inglaterra y su sirviente sajón Becket, que llegó a ser arzobispo de Canterbury.
Puro cine. Uno de los mayores duelos interpretativos de la historia, el de Richard Burton y Peter O’Toole.
12 nominaciones y únicamente el Oscar al mejor guión adaptado. Esta es una de esas veces en que me cuestiono los oscuros intereses que se esconden en los premios de la Academia americana. Me pregunto ¿Que están premiando? ¿Que están reconociendo? ¿El trabajo puro y duro de actores y actrices, directores, cámaras, fotógrafos, guionistas, etc., u otras cosas?
Acabo de ver a Peter O'toole en una interpretación histórica (no solo por la temática del film sino también por su grandísimo valor) y me entero que el Oscar se lo dieron a Rex Harrison por My Fair Lady de Cukor (por cierto, también premiado). Mejor será correr un tupido velo y dedicarme a comentar la película.
Me estoy acostumbrando a las “exageradas” interpretaciones de O,toole y en este caso su exageración contrasta con la sencillez rayana con la parquedad de Burton, sencillez que exige el guión pero que no obsta para que la interpretación de Richard Burton también pueda calificarse de buena. Pero Peter O,toole le toma la medida al personaje y nos trae, desde los libros de Historia, a un Enrique II absolutamente creíble para todos nosotros. Tan creíble que le volverá a dar vida posteriormente con El león en invierno. Y de esa exageración interpretativa de la que hablaba, hace arte, auténtico arte.
La película tiene auténticos valores, el vestuario, los decorados, la música, pero me quedo con dos, la interpretación de O’toole y Burton junto con la de John Gielgud como rey de Francia y como segundo valor el guión. El guión es genial, los diálogos no tienen desperdicio, derrochan fuerza, humor, ironía, contundencia y mantienen viva nuestra atención en las dos horas y media de proyección. Menos mal que este mérito fue reconocido por los sesudos académicos cinematográficos.
En resumen, una de esas piedras preciosas del llamado séptimo arte que, de tanto en tanto, se tiene la suerte de encontrar. (IMPRESCINDIBLE)
12 nominaciones y únicamente el Oscar al mejor guión adaptado. Esta es una de esas veces en que me cuestiono los oscuros intereses que se esconden en los premios de la Academia americana. Me pregunto ¿Que están premiando? ¿Que están reconociendo? ¿El trabajo puro y duro de actores y actrices, directores, cámaras, fotógrafos, guionistas, etc., u otras cosas?
Acabo de ver a Peter O'toole en una interpretación histórica (no solo por la temática del film sino también por su grandísimo valor) y me entero que el Oscar se lo dieron a Rex Harrison por My Fair Lady de Cukor (por cierto, también premiado). Mejor será correr un tupido velo y dedicarme a comentar la película.
Me estoy acostumbrando a las “exageradas” interpretaciones de O,toole y en este caso su exageración contrasta con la sencillez rayana con la parquedad de Burton, sencillez que exige el guión pero que no obsta para que la interpretación de Richard Burton también pueda calificarse de buena. Pero Peter O,toole le toma la medida al personaje y nos trae, desde los libros de Historia, a un Enrique II absolutamente creíble para todos nosotros. Tan creíble que le volverá a dar vida posteriormente con El león en invierno. Y de esa exageración interpretativa de la que hablaba, hace arte, auténtico arte.
La película tiene auténticos valores, el vestuario, los decorados, la música, pero me quedo con dos, la interpretación de O’toole y Burton junto con la de John Gielgud como rey de Francia y como segundo valor el guión. El guión es genial, los diálogos no tienen desperdicio, derrochan fuerza, humor, ironía, contundencia y mantienen viva nuestra atención en las dos horas y media de proyección. Menos mal que este mérito fue reconocido por los sesudos académicos cinematográficos.
En resumen, una de esas piedras preciosas del llamado séptimo arte que, de tanto en tanto, se tiene la suerte de encontrar. (IMPRESCINDIBLE)