FARAÓN.De JERZY KAWALEROWICZ,

Un pulso entre la religión y la política
Herme Cerezo

FARAÓN comienza de un modo peculiar. Tras el titulo y los créditos en polaco, de una duración larguísima, aterriza en pantalla un pedazo de tierra desértica, agrietada por el sol, recorrido por dos escarabajos que ruedan una bola de inmundicias. Como telón de fondo el aullido, tal vez de un chacal, y el silbido punzante del viento. Los insectos salen de la pantalla, sustituidos de golpe por un pelo rizado, la nuca y las manos de un militar postrado ante el Sol (Ra). De repente, el militar da media vuelta y comienza a correr. Escuchamos sus pies aplastando la arena, su respiración cada vez más agitada. Atraviesa las filas de soldados hasta alcanzar el lugar donde se encuentra el jefe de la expedición, el futuro Ramsés XIII. Junto a él, el Sumo Sacerdote, Her-ror. El militar se postra ante Ramsés quien le invita a hablar:-Altísimo Príncipe y Señor, he visto dos escarabajos, cada uno empujando su bola de estiércol, cruzando el camino.-¿Y bien?-Tal y como mandan nuestras costumbres piadosas he hecho detener la marcha en honor del Sol.-Veo que eres un buen creyente egipcio – se inmiscuye el Sumo Sacerdote – aun cuando tengas las facciones de un hitita. No continuaremos por este camino. Podríamos aplastar a los escarabajos sagrados.Con esta sencilla escena, la primera, ya se expone el tema principal de la película: el enfrentamiento entre el poder político y el religioso, o mejor dicho, la intromisión del segundo en el territorio reservado al primero. Y esta pugna es la que se irá desarrollando a lo largo de las casi tres horas de duración de la cinta de Kawalerowicz. El asunto no puede ser más actual, ni tampoco más apasionante. Por en medio cruzan historias colaterales de sexo, espionaje y corrupción, pero son "pecata minuta" comparadas con el meollo central de la película.Ramsés XIII, el faraón inexistente, es una figura con un marcado carácter belicista. En él predomina la acción frente a la reflexión, al tiempo que hace gala de una alta sensibilidad con respecto a su pueblo (quiere recompensar a su ejército con un dinero que no dispone, desea implantar una jornada festiva cada seis días de trabajo). El juego de espías al que le someten los fenicios actuará como acicate para impulsar su deseo de entrar en guerra contra Asiria, pueblo guerrero, que debe mucho oro a Egipto desde tiempos antiguos, sin que nadie haga nada por cobrarlo. Magistral la escena del eclipse, en la cual Her-ror recupera el control del pueblo en detrimento del faraón. A la memoria acuden en seguida algunas reminiscencias literarias. La primera del cómic: ‘Tintín en el Templo del Sol’, donde otro eclipse solar permite a los personajes de Hergé salvar el pellejo y salir indemnes. La segunda del escritor Augusto Monterroso y su cuento ‘El eclipse’, aunque el desenlace de este último sea muy diferente al del cómic o al de la película.La inexistencia de Ramsés XIII es algo que, una vez visto ‘Faraón’, queda reducido al nivel de mera anécdota, porque Kawalerovicz consigue un film coherente y, sobre todo, verosímil. Es imposible exigir a ningún director o escritor un rigor histórico al ciento por ciento. Carece de sentido, además. Pero lo que sí que importa es que consiga sumergir al espectador en algo creíble, muy parecido a la realidad de la época que éste imagina.‘Faraón’ es un celuloide espléndido, nada rancio. . Con él, Kawalerowicz rompió moldes e introdujo una superproducción polaca en el territorio del cine histórico, un ámbito reservado hasta entonces a las compañías estadounidenses (‘Ben-Hur’, ‘Quo vadis?’, ‘Cleopatra’, ‘La caída del Imperio Romano’, etcétera). El director polaco aportó al género su peculiar manera de ver las cosas, su capacidad analítica, su ojo cinematográfico. Frente a las escenas gigantescas, colosales, ampulosas de los montajes norteamericanos, sin renunciar a nada de ello, ofreció unos planos más sencillos, limpios, enormemente esclarecedores. En algunos momentos, la línea de sus imágenes trae a mi memoria al Kubrick de ‘2001, una odisea del espacio’. Muchas escenas fueron filmadas con "cámara en mano", siguiendo los movimientos naturales de los actores, especialmente en primeros planos.Y no es que careciera de medios para rodar la película al estilo USA. No, ni mucho menos. Pero no era lo suyo. Kawalerowicz dispuso de recursos suficientes: 10.000 extras – cedidos por el ejército ruso y adiestrados en luchas antiguas – para las batallas; escenarios naturales reales (Uzbekistán y Luxor en el propio Egipto) y un vestuario escueto pero perfecto, según los expertos en historia, para escenificar la realidad del momento. La ambientación, pues, es otra de las grandes aportaciones de este ‘Faraón’. Su rodaje, además, planteaba un sinfín de problemas de infraestructura: abastecimiento de agua para el personal de rodaje y actores, altas temperaturas (en el desierto se alcanzaron los 60о), protección del equipo técnico del sol y la arena, etcétera. Todos estos inconvenientes fueron superados por el director, que invirtió más de tres años de su vida en la preparación, rodaje y montaje de la película.‘Faraón’ está basada en una novela del Boleslaw Prus (seudónimo de Aleksander Glowacki), que vio la luz pública en 1895, contemporánea de otra obra legendaria de la literatura polaca y universal: ‘Quo vadis?’ de Henryk Sienkiewicz. Ambas obras hablan de épocas pasadas para denunciar situaciones del presente. Curiosamente, la carrera cinematográfica de Jerzy Kawalerovicz concluyó con el rodaje de una nueva versión de Quo vadis, cuya presentación mundial tuvo lugar en el Vaticano, con la asistencia del papa Wojtila.

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